miércoles, 16 de noviembre de 2011

Fiesta brava, por Esther Mora


Ninguno de los dos encontró lo que buscaba en aquel foro. Se registraron en corridas.comcon intenciones dispares. “Bribón”, torero en paro,  buscaba trabajo; “Esmeralda”, aficionada, quería dar rienda suelta a sus ardientes necesidades libidinosas. Pero allí fue donde empezaron, de la manera más improbable, su peculiar historia de amor.
Para torear y para casarse hay que arrimarse así que acabaron por verse. La aficionada “Esmeralda”, que conocía bien el percal internauta, toreó bien a “bribón” y le condujo en un mano a mano fuera del foro. 
Su primer encuentro fue a las 4:00 de la mañana un martes, en la hora de descanso de Esmeralda. Ella aparcó su taxi delante de casa de Bribón y le esperó con los pestillos bajados, bien puesta de pitones y la calefacción a tope. Llevaban toda la noche echándose faroles e intercambiando las animaladas más monumentales… pero no se puede torear de oído, había que rematar la faena…
Enseguida apareció Bribón con su traje de luces dispuesto a tirarse al ruedo y ella le recibió con peores intenciones que un Miura… 
¡Menudo viaje! ¡Qué afición!aquello fue una corrida de cartel. Salió por la puerta grande. Empezaron a quedar casi cada noche. Tenían al tenían al tendido revolucionado. Imprevistamente, se enamoraron enseguida.

Enseguida abandonaron sus nombres de guerra. Pedrito le dio suelta y se llevó a su Toñi a casa. Le mostró, orgulloso, su tesoro más preciado. Su colección de toros. Carteles, placas, boletas, revistas, caricaturas, figuras, jarrones, platos, tazas… El piso era, literalmente, un corral-museo dedicado al animal bravo. Toñi no había visto nada igual en toda su vida ¡Torero! ¡Torero! La joya de la corona estaba en la habitación principal. Se había hecho hacer, en hierro forjado, una reproducción a medida del toro de Osborne. Era la cabecera de la cama. Para echarse a correr y no parar. ¡Qué grande! ¡Qué grande!   Toñi descubrió en ése preciso instante que Pedro era su alma gemela.

Toñi, por el contrario, era una coleccionista meticulosa discreta y ordenada. A lo largo de los años había conseguido reunir una colección filatélica descomunal. Tomos y tomos de álbumes negros y rojos se distribuían en contraste con el color de las paredes de su casa… El piso era bicolor en su totalidad. Los tomos negros contenían su colección de recortes de esquelas y los rojos la de los recortes de anuncios de líneas eróticas. También reunía postales, fotos, artículos, de todo. Era una obsesa del género funerario y pornopublicitario y cuando más negro, obsceno, depravado y hortera mejor. Pedro estaba impresionado.

Pero una tarde de primavera una noticia determinó sus vidas. Se había prohibido de manera definitiva organizar corridas de toros en Cataluña. Aquello era el fin! Pedro no se lo podía creer!. Su profesión se había convertido en un anacronismo. Estaba perseguido. Le llamaban asesino de toros… no podía más.  Decidió volver a Huelva. Toñi no se lo pensó un segundo, vendió su licencia de taxi y le siguió al sur.

Allí ocurrió otro improbable. Como no había trabajo, a la llegada del verano, se les ocurrió abrir un bar de tapas en la playa. Bautizaron el local “El bribón, bar de tapas” y lo decoraron con la colección de toros de Pedro. Tropezaron con un japo que vivía en el pueblo por su obsesión por ser torero. Estaba ilegal y le contrataron en negro. Como las cosas pasan porque tienen que pasar, por casualidad, el bar se convirtió en destino de culto de los frikis japoneses atraídos a la zona por el flamenco y los toros. Pedro los guiaba por la zona y les daba lecciones de toreo. Toñi, continuó  con su coleccionismo y descubrió, encantada, que su nuevo grupo de amigos japoneses eran de lo más depravado que se había encontrado, tenían muchas cosas en común. Ahora le llegaban postales eróticas de importación.

Se casaron al final de aquel mismo verano. Llenaron “el bribón” hasta la bandera. Él apareció en la playa con sus luces de gala y ella con un vestido de novia reciclado del capote rosa y amarillo. Momento álgido hortera acompañado por la banda de música a ritmo de pasodoble. Y ésta es su historia. La mujer, el toro y el melón, como salen son. Feos, frikis y felices… no comieron perdices, cenaron rabo de toro.

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